El mercado del arte se recupera de los años más duros de la crisis económica y las ventas vuelven a crecer. Según el último informe de la Feria Europea de Bellas Arte (TEFAF), las ventas mundiales de arte alcanzaron en 2016 un total de 45.000 millones de dólares, un crecimiento del 17% anual. Pero, ¿qué cantidad del patrimonio histórico y artístico se expolia y pasa a las redes del tráfico ilícito?

No existen cifras, solo estimaciones, de un comercio ilegal que proviene de un sector cada vez más opaco y dominado por compradores privados. Pinturas, ornamentos y restos arqueológicos desaparecen cada día para venderse en el mercado negro y terminar aflorando al mercado legal a través de las casas de subastas más famosas del mundo.

A la pérdida de este patrimonio histórico se suman las excavaciones ilícitas, la falsificación o la sustracción de bienes durante conflictos armados. El tráfico de antigüedades, obras de arte y bienes culturales que forman parte de patrimonios protegidos, se ha convertido además en una de las fuentes de financiación de grupos terroristas, como el Daesh en Siria e Irak.

“Es prácticamente imposible conocer el volumen total de este mercado, pero también es importante saber que es un fenómeno que afecta a muchos países, especialmente a regiones ricas en patrimonio cultural como América Latina, África o el sureste asiático” explica María José Miñana, Especialista Asociada de Programa de la sección de Patrimonio, Mueble y Museos de la UNESCO. Esta experta señala en Entre Líneas que los bienes arqueológicos son los más vulnerables, especialmente en países en conflicto o en aquellos que han sufrido catástrofes naturales, y alerta también sobre el aumento de las ventas en el mercado online.

El capitán Vicente Calvo de la Guardia Civil, y del grupo de Patrimonio Histórico de la Unidad Técnica de la Policía Judicial, señala que los autores de este tipo de delitos “tienen el objetivo final de sacar las obras al mercado legal”. Previamente, las piezas pasan “por el mayor número de manos posibles”. Se realizan muchas ventas para perder el rastro e, incluso, “se sacan al extranjero para que la venta sea mayor”, explica Calvo. El último paso es el propio blanqueo, cuando se obtiene algún tipo de informe o expediente que “le pueda dar un carácter de validez u origen lícito a esa pieza, para posteriormente venderla a un nuevo comprador, que no va a saber que viene de un delito previo”.

En un mercado donde los productos cambian a menudo de dueño y el tráfico ilícito está a la orden del día es importante asegurar las piezas. Sin embargo, las compañías de seguros no suelen exigir documentación que acredite su origen, como explica Gonzalo de la Puente, Director del Departamento de Arte y Clientes Privados de Hiscox: “El mercado del seguro del arte funciona mucho sobre la base de la confianza, obviamente dentro de unos límites. Nosotros siempre vamos a confiar en la palabra del cliente, teniendo en cuenta que el cliente nos tiene, como mínimo, que demostrar que el origen de la obra es correcto, pero sin pedirle documentación que lo soporte”.