Ni contigo, ni sin ti. Dicen que cuando esta situación se da en el amor, es hora de pasar página. ¿Pero qué hay que hacer cuando la relación es entre el CEO y su empresa?

La historia está salpicada de personajes polémicos que, con sus declaraciones o conductas, poco bien han hecho a la imagen de la compañía que lideran. Un caso reciente lo tenemos en Michael O’Leary, ex CEO de Ryanair, que en una entrevista a Finantial Times ha entonado el mea culpa y ha reconocido que el problema en la empresa es él.

El problema de Ryanair no radica sólo en sus malos resultados financieros, derivados de la bajada de precios de los billetes de avión, sino también en las tensiones con los sindicatos y los empleados de la compañía. Unos desacuerdos en los que O’Leary no ha sido de gran ayuda, si tenemos en cuenta que él fue quien dijo que el infierno se congelaría antes de reconocer a los sindicatos.

Gran parte de las opiniones negativas hacia Ryanair se debe a la controversia que rodea a O’Leary. Y ése es uno de los motivos por los que O’Leary ha decidido retirarse como cara visible de la compañía y ha pasado a un papel más alejado de los medios de comunicación, se centrará en la reducción de costes generales del grupo, la adquisición de nuevos aviones y nuevas oportunidades de negocio. Ryanair necesita a O’Leary pero, a su vez, necesita deshacerse de él, y lo ha hecho de una forma delicada.

El caso de O’Leary podemos extrapolarlo a otro caso latente en EEUU: Elon Musk al frente de Tesla. Con Musk podríamos decir que la arrogancia sale cara y que la idea que le rodea es que las reglas se aplican a todo el mundo menos a él.

Podríamos enumerar muchos comportamientos polémicos de Elon Musk que han perjudicado a la imagen de Tesla: presionar a sus empleados para que trabajen más horas y duerman en el trabajo para alcanzar objetivos de producción, fumar marihuana en una entrevista, menospreciar a los analistas de Wall Street por preguntar sobre las finanzas de la compañía en un contexto de pérdidas…

La gota que colmó el vaso fue cuando anunció mediante un tweet que podría sacar a Tesla de la bolsa. Un comportamiento que la SEC no perdonó y Musk tuvo que pagar el pato. Conservó su cargo como CEO, pero tuvo que renunciar a la presidencia del consejo de administración.

El triángulo lo completaría Steve Jobs. Recordemos que fue despedido de Apple, compañía que él mismo había fundado, en un momento de débiles ventas de ordenadores Macintosh en el que el comportamiento de Steve Jobs como jefe no era el más ejemplar, ni en Apple ni después en Pixar: en Apple, planteaba preguntas fuera de lugar en las entrevistas de trabajo, preguntaba a los candidatos si tomaban LSD o a qué edad habían perdido la virginidad; en Pixar, despedía a sus empleados de forma inmediata, sin ninguna antelación ni indemnización.

En su momento, los directivos de Apple sintieron que no podían controlar el temperamento de Jobs y decidieron expulsarlo. Aunque años más tarde volvió con un comportamiento más calmado.