Acero verde. El nuevo producto de moda para los grandes fabricantes de automóviles. Mercedes, General Motors, Toyota reducir la huella de carbono es un anhelo y desarrollar nuevos procesos de fabricación respetuosos con el medioambiente es una solución igual o más eficaz que un coche eléctrico.

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Acero verde: el futuro "ecológico" de la automoción

La Agencia Internacional de la Energía pronostica que la producción de acero a base de hidrógeno representaría, al menos, el 15% de la producción de acero primario a nivel mundial de aquí a 2050

El mundo avanza y con el color verde (no de la esperanza, que también) sino del ecologismo y la protección al medioambiente. El enfoque de la industria, la gran damnificada por esta “revolución verde”, es de lo más variopinto.

Desde la baja tecnología, utilizando más acero reciclado, hasta métodos menos testados y, por ende, más innovadores como, por ejemplo, atención a esta iniciativa, obtener el metal para fábrica un coche de las aspas de los aerogeneradores, los grandes molinos del Quijote adaptados al siglo XXI, en vez de mandarlas a la chatarrería.

A día de hoy la industria del acero es una de las que más dióxido de carbono emite a la atmósfera del mundo y el sector de la automoción, su gran cliente.

Y aquí los esfuerzos se unen porque mientras que los productores quieren ser más verdes, los fabricantes de vehículos, estos sí presionados por los Gobiernos, reguladores y clientes, han decidido sumarse a esta búsqueda.

Aquí Europa tiene la delantera. En parte, por el recientemente presentado European Greel Deal, el pacto climático de la Unión Europea que exige a los fabricantes del bloque comunitario, incluidas también sus cadenas de suministro, que sean carbono neutral de aquí a 2050.

De hecho, en palabras de la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen ya lo decía: “Europa está preparada para liderar el camino”.

Con las presiones de fondo las empresas también están poniendo su grano de arena a esta gran montaña. A principios de mes, Mercedes-Benz (firma de lujo de Daimler AG) anunciaba la firma de un acuerdo con la acerera sueca SSAB cuya unidad Hybrit producirá de aquí a finales de año, será de las primeras compañías mundiales en conseguirlo, acero con bajas emisiones de carbono.

Un esfuerzo más en el acuerdo rubricado con la alemana para hacer que toda su flota sea neutral (es decir, que lo que emitan lo recompensen) antes de 2039.

Hybrit ya ofrece sus servicios a la sueca Volvo mientras que la matriz de BMW dice haber invertido en una nueva generadora de acero con bajas emisiones en Estados Unidos.

En el calendario también quedan los compromisos de General Motors con un objetivo de neutralidad en 2040 y Toyota que dice querer alcanzar ese objetivo en 2050 y reducir las emisiones de la cadena de suministro europea en un 33% para 2030.

Roma no se construyó en un día

Así las cosas las regulaciones mundiales cada vez son más duras. Los fabricantes han tenido que, poco a poco, porque Roma no se construyó en un día, modificar sus motores de combustión para reducir el peso del plástico y sus compuestos contaminantes.

De hecho, en los últimos años, la firma sostenible del sector por excelencia, Tesla, ha acelerado unos planes de electrificación de coches que no estaban ni siquiera en el futuro cercano de las firmas.

Este esfuerzo, que los ejecutivos describen como un objetivo a largo plazo, se enfrenta a importantes obstáculos ya que aún faltan años para que este cambio se haga efectivo sobre unas carreteras que todavía dependen (en gran medida) del petróleo.

Y por eso, si los cambios sobre el tubo de escape son más complicados, las firmas se han lanzado a “enverdecer” otras secciones de su cadena de producción y ahí entra en juego el acero.

En octubre de 2020 la Agencia Internacional de la Energía pronosticó que la producción de acero a base de hidrógeno representaría, al menos, el 15% de la producción de acero primario a nivel mundial de aquí a 2050.

Pero claro, el acero “verde” es mejor, sí, pero también más caro de fabricar. SSAB, la siderúrgica sueca de la que hablábamos antes, pronostica que en las próximas dos décadas el acero “libre” de combustibles fósiles representará un 20% de su producción total, aunque también alerta de que será un 30% más caro de producir.

La española ArcelorMittal también dice que fabricar acero con hidrógeno en su planta de Alemania aumentará los costes de producción en un 60%.

Si bien los fabricantes de automóviles han disminuido su dependencia del acero, el metal todavía representa aproximadamente el 54% del peso sobre un automóvil utilitario, un coche familiar, para que nos entendamos, según un informe del Instituto Estadounidense del Hierro y el Acero.

Acorde a los números también de la Asociación Mundial del Acero, la industria automotriz consume alrededor del 12% del acero que se produce en todo el mundo lo que representa, aproximadamente, el 7% de las emisiones globales de carbono relacionadas con la producción la energía.

Futuro de las automovilísticas

En los últimos años, lo hemos venido diciendo, las empresas del sector “se han puesto las pilas”. Daimler dice tratar de recortar las emisiones relacionadas con el acero mediante la compra de este metal reciclado en Estados Unidos lo que, dicen, supone una reducción de hasta el 70% en el dióxido que emitirían a la atmósfera si compraran este acero de nuevas.

Mercedes ya tiene planes concretos: comenzará a producir los primeros vehículos con acero con bajo contenido de carbono en 2025.

Mientras tanto, BMW aseguraba en marzo que su fondo de capital de riesgo, BMW i Ventures, estaba invirtiendo en Boston Metal, una startup estadounidense que ha desarrollado un proceso para fundir mineral de hierro utilizando electricidad en lugar de la quema tradicional.

Volvo Cars también se suma y asegura que el acero utilizado en sus automóviles representa aproximadamente el 35% de las emisiones de dióxido de carbono respecto a un coche fabricado “a lo antiguo”.

Nuevos pasos hacia la protección al medioambiente para una industria que, por cada coche que fabrica, 92 millones cada año, emiten a la atmósfera más de 25 toneladas de CO2. Un gas que no lo vemos, pero que deja una huella sobre el planeta difícil de quitar. Cada año la temperatura sube más de un grado y el calor, ese sí, bien que lo sentimos.