El 20 de agosto de 2008 el vuelo JK5022 de Spanair, que cubría la ruta Madrid-Gran Canaria, se estrelló poco después de despegar en el aeropuerto de Madrid-Barajas protagonizando una de las tragedias aéreas más graves en España, en la que fallecieron 154 personas y otras 18 resultaron heridas.

La isla de Gran Canarias y Madrid recuerdan hoy a los 154 fallecidos, con actos y ofrendas florales para conmemorar este décimo aniversario.

A nivel empresarial, la tragedia supuso el principio del fin de la aerolínea, ya que agravó sus problemas económicos, que la llevaron a la quiebra tres años y medio después a pesar de un cambio de propietarios.

Spanair, constituida en 1986 por los empresarios Gerardo Díaz Ferrán, fue adquirida en 2009 por un grupo de inversores e instituciones catalanas y presentó concurso de acreedores en enero de 2012. Seis días antes del accidente la aerolínea presentó sus resultados del primer semestre, en los que ya alertaba de la delicada situación de la compañía española.

En el momento del accidente, Spanair había presentado un ERE que afectaba a un millar de trabajadores, un tercio de los 3.000 que tenía entonces. Tres años después, la compañía presentó concurso de acreedores y formalizó un ERE de extinción para sus 2.000 trabajadores.