En un mundo globalizado pero sujeto a las disputas comerciales y el proteccionismo velado de muchos países, las Zonas Económicas Especiales viven un momento de desarrollo importante.

En ellas, los gobiernos locales facilitan la actividad industrial a través de incentivos fiscales y regulatorios y apoyo de infraestructuras. Su auge “es parte de la nueva ola de políticas industriales y una respuesta a la creciente competencia de la inversión móvil internacional”, según un informe de la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (Unctad) publicado este verano,

En el contexto actual, sirven como herramienta por parte de los gobiernos para atraer inversión para el desarrollo industrial del país. En muchos estados han jugado un papel esencial en la transformación económica y en la promoción de una mayor participación en las cadenas globales de valor.

Pero cada una es un mundo. Según el economista Félix López, “todas son muy diferentes”. Y es fundamental que se negocie de forma adecuada que las empresas allí establecidas “no paguen aranceles, sólo un canon, y no se les pongan trabas a la hora de exportar el producto”.

Un poco de historia

Las zonas económicas especiales tienen sus raíces siglos atrás. Nos podemos remontar a la Edad Media, cuando los gobiernos dejaban a los mercaderes un espacio donde vivir y dejar sus mercancías. Más adelante, los comerciantes atracaban sus barcos en puertos libres y exportaban sus mercancías con poca interferencia por parte de las autoridades locales. El concepto no era el mismo, pero sí se puede considera como el germen de lo que hoy entendemos como una Zona Económica Especial. Aunque los expertos coinciden en que hay tantos tipos de SEZ (por sus siglas en inglés) como las zonas especiales existen.

“El objetivo original era atraer inversión extranjera, y poco a poco tuvieron que agrandarse esas zonas”, cuenta Félix López. “Primero se instalaban almacenes, luego fábricas”. Y el espacio se quedaba pequeño.

El concepto moderno se remonta a los años 60, surgiendo estas áreas en puertos de mar o aeropuertos, también a lo largo de las fronteras de los países. En el año 1975 había 79 Zonas Especiales en todo el mundo. Comenzaron a multiplicarse en la década de los 80 y vivieron una explosión en las dos siguientes décadas. En 2006 eran 3.500.

En la actualidad hay 5.400 Zonas Económicas Especiales, de las cuales 1.000 se han establecido los últimos 5 años, según los datos de Unctad. Son 147 países los que albergan alguna de estas áreas. Se establecen sobre todo en países en desarrollo (4.700), pero también en muchas economías desarrolladas (370). El resto en las conocidas como economías en transición.

El país número uno es China, donde podemos encontrar casi la mitad de las SEZ del planeta (2.500). Otros países que congregan muchas de estas zonas son India (370), Estados Unidos y Filipinas.

Puerto y contenedores

Los problemas de las SEZ

“La mayoría de las Zonas Económicas Especiales funcional mal”, asegura el economista Félix López. Es necesario que el lugar en el que se instalen sea “atractivo y que tenga acceso a unas infraestructuras baratas”, explica. Y detecta varias problemas fundamentales que tienen que solucionar para resultar realmente efectivas.

-Régimen comercial: Para que las empresas allí instaladas no se paguen aranceles”.

-Control cambiario: Es importante también establecer cómo debe funcionar el control de cambios, “dónde está la sucursal con la que opera la empresa” instalada en la zona franca o dónde está el dinero.

-Fiscalidad: Si las empresas van a pagar o no impuestos, cuáles y en qué régimen.

-Laboral: Es importante establecer un marco laboral para regular los contratos de trabajo, tanto de los locales que van a trabajar en la zona franca como los del país de origen de la compañía. También los visados, las pensiones que van a cobrar los trabajadores…

-Garantía de Propiedad Intelectual: Un asunto muy espinoso sobre todo en China.

-Medioambiente: el cuidado del medioambiente por parte de las empresas ubicadas en la zona especial. Debe acogerse a la regulación del país donde se asienta.