Historia de Europa cuando Giorgia Meloni conseguía la primera posición en la carrera por la presidencia del Consejo de Ministros de la tercera economía de la zona euro. Italia, cáliz envenenado para la nacionalista y sus socios: el incendiario euroescéptico Matteo Salvini a quien sus aliados ya le enseñan la puerta y el condenado, pero mediático Silvio Berlusconi que se frota las manos pensando en la presidencia de una República que ha vivido un terremoto tras la salida precipitada de un tecnócrata el que ‘haría lo que hiciera falta’ por salvar al euro, pero que preguntado sobre si volvería a encabezar un Gobierno con mayoría parlamentaria de derechas dijo que no. Mario Draghi duró solo 18 meses en el poder.

Más o menos la media de año y poco que duran Ejecutivos en un país que vota para que estén en el poder y los gobiernen durante cinco.

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Italia: cuando el fascismo vence mitos y los miedos desaparecen

Historia de Europa con un partido de extrema derecha llegando a presidir la tercera economía de la zona euro. Analizamos las elecciones italianas desde Roma con Raffaele Simone, catedrático en la Universidad Roma Tre y experto en extrema derecha; en Madrid se suma a las reacciones Emilio Ordiz, experto en política europea y periodista en 20minutos y El Orden Mundial; un tridente que se completa en Londres junto a la voz del exdirector general del Tesoro italiano, Lorenzo Codogno.Puzzles rotos, piezas sueltas de un tablero geopolítico internacional que vamos encajando, una semana más de la mano de Alejandro López, coordinador de Descifrando La Guerra y viajamos a través de la historia con las efemérides de Sofía Torres.

País de contrastes que destinó 40.000 millones de euros a combatir la creciente inflación energética, pero que ahora está a favor de pedir un préstamo de 30.000 millones para subvencionar las subidas de los precios. Pensiones mínimas de 1.000 euros al mes. Coste de 31.000 millones. Dedua pública de 2,8 billones y rendimientos que se han duplicado hasta el 4% en seis meses.

“República italiana fundada en el trabajo”, esto lo dice el artículo 1 de la Constitución que ahora se quiere reformar. El gran proyecto de la líder ultraderechista pasa por implantar un sistema presidencialista en Italia.

La iniciativa no es nueva: Silvio Berlusconi la recogía en su programa para las elecciones de 1994. Nacida de la victoria de la Resistencia antifascista, que el 25 de abril de 1945 ordenó una insurrección general, ocupando las ciudades más importantes horas o días antes de que llegaran los aliados.

Ojo a los resultados

Volviendo, en todo caso, a la Italia de este siglo conviene señalar a los números. Si miramos las cifras, el porcentaje de votos de la derecha suma un 46%; el de la izquierda, centroizquierda y centro, un 52%, con un 2% fragmentado en una infinidad de listas tanto de derecha como de extrema izquierda.

Visto de esta forma lo seguro es que en Italia gusta el populismo si no quién explicaría que el exprimer ministro Giuseppe Conte, ahora líder del M5S, es a día de hoy líder de la oposición. Azote de Meloni y compañía que lo mismo pacta con un Partito Democratico sin líder o con unos Fratelli d’Italia que se venden al mejor postor.

¿Qué podemos esperar a partir de ahora?

No ha pasado ni una semana y las dudas todavía acechan. Se espera una transición de poder rápida con una Italia renovada que no mira a Europa, pero si al Atlántico aunque con un pie en el Kremlin.

Una Italia que se va dibujando en la que es probable que predomine una lógica transaccional: asistiremos a un intento de preservar los tonos soberanistas y la protección de las cuestiones identitarias (que quizá se declinen con ataques a la comunidad LGTBQI+ y la migración incontrolada), en beneficio del electorado nacional, y al mismo tiempo de establecer un diálogo fructífero con los referentes institucionales europeos.

Italia perderá con Meloni la influencia política que había ganado con Draghi en Bruselas. El país aún será relevante a nivel energético como distribuidor del gas procedente del Cáucaso y del norte de África. Sin embargo, la llegada de un Gobierno de extrema derecha al Palacio Chiggi pondrá fin a la relación privilegiada que Roma había cultivado con Francia y Alemania.

Pero todo esto es especular. Porque ya saben lo que se dice de Italia, ese país sobre el que alguien dijo, quizás Mussolini, que no era imposible de gobernar, sino que además era inútil hacerlo.