La Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) han presentado un informe de perspectivas en el que consideran improbable que en los diez próximos años se reproduzca una crisis alimentaria como la de 2007-2008.

Eso si advierte de que  uno de los principales riesgos son las restricciones al comercio, del que van a seguir fuertemente dependientes algunos países en desarrollo para su aprovisionamiento.

El secretario general de la OCDE, Angel Gurría, subrayó que las barreras comerciales podrían afectar a algunos productos agrícolas, sobre todo con altibajos de precios y con una desestabilización de la producción. Reconoció que una de las consecuencias de esa menor forma de predecir sería una disminución de las inversiones, con lo que eso implica, por ejemplo, para la eficiencia productiva.

Ciertas zonas, como Oriente Medio y el Norte de África, seguirán tanto o más dependientes de las importaciones de alimentos en los diez próximos años como en estos diez últimos, por lo que hace falta un entorno abierto y predictible.

Por eso, y sin mencionar explícitamente las políticas proteccionistas del presidente estadounidense, Donald Trump, instó a "refundar las bases del multilateralismo" y a reforzar el papel de la Organización Mundial del Comercio para abordar posibles contenciosos.

El informe subrayó que en los países del Norte de África más del 70 % de la carne, más del 75 % de la leche y más del 90 % del pescado tienen que importarse, pero también casi el 50 % del arroz y, con carácter general, el 40 % de los cereales.

El incremento mundial de la demanda de productos agrícolas, vinculado en los últimos años a la entrada en la clase media de decenas de millones de chinos que han pasado a consumir, sobre todo, más carne y productos lácteos, se está ralentizando.

Eso tiene que ver con que no se espera un alza significativa de la renta per cápita, de forma que el aumento de la demanda de alimentos vendrá casi sólo de la expansión de la población global, que también se está ralentizando.

La peor noticia de el estudio es la previsible progresión del consumo per cápita de azúcar y de aceites vegetales, que implica un crecimiento de la epidemia de la obesidad que afecta al mundo rico y, cada vez más, también al desarrollado.