El Gobierno enviaba la semana pasada a Bruselas el Programa de Estabilidad 2019-2022. Espera aumentar la presión fiscal hasta el 40,7% del PIB al final de ese periodo, desde el 38,9% actual, para que se acerque a la media europea. Esto supone unos 26.000 millones más. Su plan supone además una subida de impuestos de 5.600 millones de euros para 2020.

Las subidas de impuestos de Sánchez afectarán sobre todo a las rentas más altas y a las grandes empresas. Mucho se ha hablado de la subida de dos puntos del tramo máximo del IRPF para los contribuyentes que ganen más de 130.000 euros, que pagarán un gravamen máximo del 47% en lugar del 45% actual. Y para los que declaren más de 300.000 euros al año, tributarán al 49% en el tramo máximo.

Aun así, los tipos máximos del IRPF serán inferiores a los que estuvieron vigentes entre 2012 y 2015, cuando el PP aprobó un gravamen complementario que elevó el IRPF hasta el 52%, el mayor nivel desde los ochenta.

El Gobierno en funciones también llevaba en su programa diferentes medidas fiscales para aumentar la recaudación del impuesto de sociedades para las grandes compañías. Propone exigir una tributación mínima del 15% sobre la base imponible del impuesto de sociedades.

Pero, obviamente, no todos están de acuerdo con su receta

Algunos contrarios a los planes de Sánchez enarbolan como argumento la curva de Laffer. Difundida por el economista Arthur Laffer, esta teoría indica que existe una relación entre los ingresos fiscales y los tipos impositivos, y que hace variar la recaudación. Es una curva, porque señala que la recaudación sube hasta cierto punto con la subida de los impuestos, pero llegado cierto nivel comienza a bajar lo que se ingresa.

La explicación, para Laffer, es que si el tipo impositivo es cero, los ingresos fiscales serán también nulos. Si, por el contrario, los tipos impositivos son del 100%, los ingresos fiscales también se anularán, nadie ofrecería ni demandaría el bien en cuestión.

Laffer considera que subir los impuestos a los ricos, como explicaba en una entrevista con Expansión el pasado mes de marzo, es “un error económico y es un error moral”. En concreto, sobre el caso de España dice que hay que mimar al contribuyente y que hay que dejar de “maltratar a quienes crean riqueza”.

Sobre su famosa curva, dice que simplemente pretendía recordar a sus alumnos que subir impuestos no siempre genera los ingresos esperados.

Es por esto que hay quien defiende, en base a la curva de Laffer, que bajar los tipos impositivos incrementa la actividad, atrae la inversión extranjera, aumenta el consumo (porque se dispone de mayor renta) y hace que aflore la economía sumergida, por lo que se reduce el fraude.

Entonces, ¿dónde está el equilibrio?

Depende de a quién le preguntemos. Lo que sí parece claro es que si queremos mantener una Sanidad, Educación y pensiones públicas, hay que recaudar impuestos. Si nos fijamos en los países de nuestro entorno, sus ingresos fiscales, de media, superan en seis puntos a los nuestros.

En Francia la recaudación fiscal ronda el 53% del PIB y en países como Alemania o Italia, el dato está cerca del 45%, según los datos más recientes de la OCDE. Por tanto no necesariamente parecernos a esos países va a llevar a que caiga la recaudación de impuestos. Ahora bien, ¿dónde está el límite? ¿Hasta dónde se pueden subir los impuestos? en la teoría y en las aulas parece fácil, pero aplicarlo a la economía real es más complicado e intervienen multitud de factores, más allá que un solo gráfico.