El último flash crash del mercado ha tenido lugar en la primera sesión de la semana, pero no ha sido hasta hoy cuando hemos conocido cuáles han sido los motivos que han provocado que la bolsa sueca, el índice OMX, se haya desplomado un 8% y más de un 2% en el caso del Ibex 35 en apenas unos minutos de cotización.

El contagio, como era de esperar, no ha tardado en llegar al resto de bolsas europeas hasta producirse el colapso y la pérdida de 300.000 millones de euros en el mercado. Esfumados como por arte de magia… para que al poco tiempo después todo volviera a su cauce.

Al parecer, el culpable ha sido un trader del banco estadounidense Citi desde una transacción llevada a cabo en Londres relacionada con el Nasdaq, que involucra a empresas suecas.

El propio banco ha reconocido que uno de sus trabajadores cometió un error, un fallo que fue rectificado al poco tiempo, lo que explicaría que los índices recuperasen sus niveles de partida de la sesión en un pestañear.


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Citi ¿reincidente?

Esta no es ni mucho menos la primera vez que algo así sucede en los mercados.

Si nos remontamos a 2010, se produce un evento similar y, que casualidad, con Citi también como el epicentro del fallo que ocasionó el mayor desplome en Wall Street de una década.

En un principio las caídas se atribuyeron a la complicada situación financiera en Grecia. Pero enseguida las miradas se centraron en Citigroup y la posibilidad de un error humano al teclear por error una b de billion en una transacción con las acciones de Procter and Gamble que transformó el valor de la operación en 16.000 millones, en lugar de los 16 millones que debían de ser registrados.

No obstante, la Comisión de Valores estadounidense descartó haber encontrado evidencias a que esta hipótesis hubiera sucedido. Aunque esto no convenció a otros mercados que se vieron damnificados por el efecto contagio, como Tokio o las plazas europeas.

Pero ¿qué paso entonces aquel jueves de mayo del 2010 entre las 14.30 y las 15.00 horas del otro lado del Atántico?

Imagínense el caos un año después del mayor crush bursátil del mercado americano con la crisis de Lehman Brothers…. El desplome, en esta ocasión, fue de tal magnitud que algunas acciones pasaron de los 40 dólares a 1 centavo.

Incluso, el Nasdaq dio la orden de anular todas las transacciones con un precio un 60% por encima o por debajo del peor momento de cotización de esa jornada.

No hay que irse muy lejos para encontrar hechos similares, aquí, en la bolsa española, un fat finger también provocó hace dos años el desplome de los títulos del Banco Sabadell. Minutos de cotización en los que llegaron a retroceder un 9% por un dedazo o una orden fallida emitida por un bróker.

900.000 millones que caen en saco roto

Algo así sucedía con las acciones de UBS a través de su filial en la bolsa de Tokio.

El bróker pretendía vender 16 acciones de la compañía a un precio de 610.000 yenes cada una, pero no sabemos en qué estaría pensando, porque el resultado fue una orden de venta de 610.000 títulos a 16 yenes cada una.

Salió cara la broma, pero mucho más salió la de la orden de un bróker japonés por unos 600.000 millones de dólares, en la que se vieron afectadas compañías como Toyota.

Como olvidarnos tampoco de los 36.000 millones de dólares de Jardine Matheson, el conglomerado multinacional británico.

La firma de inversión más importante del grupo se desplomó en bolsa más de un 80% en una sola sesión, aunque en este caso tampoco hizo falta mucho tiempo para que volviera a recuperar su valor original en bolsa.

Si nos da por sumar y calcular la de miles de millones que se han perdido por un despiste obtenemos el dato de 980.000 millones que han quedado en tierra de nadie.